Cartas

Buenos Aires, noviembre 10 de 1795

Mi venerada Señora:

Ayer mismo pasé a ver al Dr. Dn. Carlos Montero en consecuencia de lo que Vuestra Merced me significó, sobre el único arbitrio que tenía de poder tomar la cal que le propuse, para su obra e Casa destinada a continuar los Ejercicios en esta Ciudad, que está pendiente; e impuesto de mi propuesta dicho Doctor me respondió que lejos de poder dar un real para la obra, había reprobado o llevado a mal el Excmo. Sr. Arzobispo de Santiago los mil cuatrocientos pesos que ya tenía entregados y ordenándole suspendiese toda entrega de dinero a Vuestra Merced, que al mismo tiempo ya había dispuesto su Excelencia de parte de aquel dinero, ordenándole diese quinientos pesos por una parte y seiscientos por otra. Que la mente del Señor Malvar no se verificaba en nada en la obra que Vuestra Merced había emprendido, pues lo que quiso dicho señor hacer fue se comprase una casa y que ésta sirviese para que Vuestra Merced diese Ejercicios por su vida, y si después de éstos paraban, pudiese aplicarse o destinarse a cualesquiera otro fin piadoso que perpetuase la memoria del Sr. Arzobispo en esta Ciudad. Que en la obra que Vuestra Merced ha emprendido, ni en las licencias que para ello solicitó suena el nombre de este señor, de quien los mismos poderes que le autorizan para el cobro de estos intereses, tiene expresa orden de que cada caso que se emprenda obra, ha de ser ésta con una total intervención suya, así para las compras de materiales, como para la dirección de ella; y finalmente concluyo con decir que aún no había cobrado la mayor parte de lo que se le ordenaba; porque la dirección de tabacos por lo que respecta a la parte de Comisos pertenecientes a Toledo que está mandada embargar, y el mismo Toledo por los medios sueldos que por Escritura se obligó a ceder para el pago de su descubierto, le hacían oposición; de modo que estaba sosteniendo tres pleitos en el día, cuyo gasto se hacía también del mismo dinero cobrado. Por todo lo cual creo debe Vuestra Merced desesperanzar de este dinero y no contar con él para auxilio de su obra. Participo a Vuestra Merced por medio de ésta, por no poderlo hacer personalmente, y entretanto queda de Vuestra Merced su más atento seguro servidor que sus manos besa.

Cornelio Saavedra

Noviembre diez de noventa y cinco.