Familia Mama Antula

María Antonia de San José Paz y Figueroa

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Ficha Técnica

  • Fecha: 1/nov/1789
  • De: Ambrosio Funes
  • Para: P. Gaspar Juárez
  • Desde: Córdoba
  • Idioma: Castellano

Carta 66 - De Ambrosio Funes para el P. Gaspar Juárez - Córdoba - 1/nov/1789

Fragmento de aquella carta. Funes comenta que quisiera más cartas y noticias de Mama Antula, de quien admira su vocación y santidad.
Milagro de santidad. Mama Antula le pidió algunos pelones para ofrecer postre a los ejercitantes, pero el vendedor le dijo que eran porotos. Al abrir la bolsa aparecieron los pelones.

Mi muy amado dueño:

Los grandes objetos que hoy día arrebatan la atención de esta ciudad no son capaces de separar a mi corazón de donde está su tesoro: las fiestas reales, la existencia de un Virrey con su Esposa, y otros sucesos notables, habrán de ceder en punto de preferencia al honesto ejercicio de mi pasión dominante ¿Y cuál es el objeto? Voy a significarlo.

La expatriación de la Compañía de Jesús nos ha privado de los mayores bienes que componen a la sociedad humana, es decir de los hombres más sabios, más virtuosos, y de los mejores amigos…

… No por esto falta quien les vengue y defienda del modo glorioso, que es lo que he insinuado al principio de esta carta. La Madre Beata con su famosa misión hace revivir el espíritu de la Compañía: su continuación en esta obra no padece la menor alteración. Dicen que se restituye a su patria; yo lo dudo y, a veces, no lo creo, si no es que sea para volver, porque venirse sin Uds. es la cosa más incomprensible, y mucho más que su carrera termine en Buenos Aires, después de haberme dado a entender designios muy diversos. Sus cartas para mí son muy escasas. Nada puedo hablar de sus acciones presentes. En verdad que con cuantos amigos vienen de Buenos Aires me remite expresiones tan finas, que en todo corresponde a la tierna caridad que me profesa. Observo que aunque no le faltan las tribulaciones, porque son el patrimonio de los justos, se halla más alegre en orden a sus Jesuitas. La última vez que me escribió, me significó jocosamente que no quería comunicarme otras muchas de nuestros asuntos en castigo a que no le escribía con frecuencia. Si bien que en este punto más debo quejarme de ella, que no ella de mí. Quizá los de Buenos Aires referirán a Uds. exactamente el estado de sus Ejercicios, y porque me consta que el Dr. Ortega fue uno de los más interesados en suministrarles estas célebres noticias, siento infinito su muerte. Bien es que el informe del Sr. Malvar, Arzobispo de Santiago, valdrá por muchos informes privados, por razón de su carácter y porque tal vez ningún eclesiástico tuvo tantas proporciones para conocer la vocación y santidad de esta mujer. Yo he celebrado mucho esta noticia, y vaya Ud. sobre el pie de que no es fácil excederse refiriendo sus maravillas. Dejemos ahora de repetirlas; hablemos de Catalina.

Cf. ASR 275-298 (en castellano, muy larga: 24 carillas; párrafos citados, pp. 275, 292). Córdoba, 1 de noviembre de 1789.